Sunday, May 29, 2011

"Igualar la castidad a la continencia es una pobreza espiritual y una degradacion del voto de castidad".

Hay que superar una espiritualidad que opone el voto castidad al encuentro, la amistad y el compromiso. Esta espiritualidad enseña que el cuerpo es algo nocivo, una carcel para el alma, una "bestia" que hay que saber doblegar. Esta espiritualidad se opone al cultivo del amor y a las relaciones humanas.

Para el religioso consagrado el cuerpo es un don, un regalo de Dios que hace posible todo lo que somos y hacemos. El cuerpo forma parte de nuestro ser y es el instrumento capaz de conducirnos a la realizacion personal, a la entrega y a la felicidad. Nuestro cuerpo puede conducirnos a la realizacion de los mejores proyectos de entrega y servicio a los hermanos.

La espiritualidad tiene que alejarse de la mentalidad de que el cuerpo es perjudicial para el espiritu o le impide caminar al encuentro de Dios. Somos, para bien y para mal, cuerpo y sin cuerpo no es posible la vida espiritual. El cuerpo no es nuestro peor enemigo sino el aliado en el camino hacia la santidad.

La educacion sexual y afectiva, en general, ha sido deficiente dentro de la vida consagrada. Existia miedo a tratar el asunto. En el mejor de los casos se recomendaba hacer deporte y duchas frias como solucion a los problemas sexuales que pudieran aparecer. Y siempre aparecen.

Con frecuencia la castidad se vive como una privacion: "No sabes lo que te pierdes". Entonces ell voto de castidad se presenta como una renuncia a tener relaciones sexuales. Algo solo para los religiosos consagrados. Lo que prevalece es el "no". Entendido de esta manera el voto de castidad y la castracion serian sinonimas. Pero igualar la castidad a la continencia es una pobreza espiritual y una degradacion de la castidad.

El religioso consagrado no debe confundir el voto de castidad con la continencia. La persona que reduce el voto de castidad a la continencia todavia no sabe en que consiste y para que sirve del voto que ha hecho. Porque la castidad no se reduce a no hacer actos sino que se trata de una actitud nueva ante la vida, ante uno mismo y ante los otros.

Muchos religiosos consagrados son educados para amar pero no ha aprendido a dejarse amar. Como si el amor cristiano fuera solo donacion y no recepcion. Para perdonar hay que sentirse perdonado y para amar hay que sentirse amado. Lo cierto es que el amor es la fuente de la felicidad humana. Vivir sin amar y sin ser amados es insostenible.

La madurez de una comunidad reside en su calidad afectiva. La razon de muchos desequilibrios, agresividades, enfrentamientos y amarguras en la vida comunitaria brotan de la falta de estima hacia uno mismo y hacia los otros. Refrenar el sexo no supone refrenar la amistad, la afectividad, la ternura y la emotividad.

Si no hay calor y afecto humano en la comunidad, entonces, el religioso lo buscara fuera, por supervivencia. El voto de castidad es un voto comunitario: "Es un hecho cierto que Jesucristo mismo, de cuya verdadera humanidad nadie duda, no ha tenido otro amor, otra novia, otra esposa, otra familia, otra iglesia, que su comunidad" (Karl Barth).

Fuente: Mecha y Candil. Una mirada a la Vida Religiosa.
              Alejandro Fernandez Barrajon

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