Proyectaban este vídeo en un curso de liderazgo. Y yo iba pensando en la Iglesia, en la familia, en la Congregación, en cualquier comunidad humana.
Los estorninos producen, en algunos países del norte, un fenómeno que, por el ruido que emiten, ha sido bautizado con el nombre de murmuración o murmullo. Vuelan en inmensas bandadas, dibujando espectaculares imágenes en el cielo. Creo que, de ellos, podemos aprender varias lecciones:
No hay un líder, hay varios y, lo más importante, permanecen ocultos. Nuestros ojos no pueden diferenciar un estornino de otro pero la ciencia nos dice que los más débiles están en el interior, protegidos pero activos, vivos, participantes. Los fuertes, que son muchos, circundan toda la bandada. ¿Cuida nuestra sociedad del más débil?
Unos a otros, volando juntos, se protegen de los depredadores. Un estornino sólo es víctima fácil de un halcón. Y, aunque dicen que los pájaros no son los animales más inteligentes de la fauna, eso lo saben: saben que juntos son indestructibles. ¿Necesito mi comunidad, mi familia…o me gusta volar sólo?
Ríanse de la red, de internet y todo lo que quieran. Esta bandada está permanentemente comunicada, detectan dónde están los alimentos y, en milésimas, millares de estorninos lo saben. Conseguir comida es un objetivo común que todos comparten y en el que todos colaboran. ¿Imaginamos un primer mundo que no acapara y muestra a todos cómo alcanzar una vida digna? Imaginemos, un mundo donde todas las personas estemos conectados pero no por la red sino por los más altos y nobles ideales…
Sabemos que cada estornino trata de volar lo más cerca posible de sus vecinos, copiando instantáneamente cualquier cambio en velocidad o dirección. Son “un solo corazón, una sola alma…” Son individuos, pájaros con entidad propia, pero forman una sólida bandada capaz de admirar al mundo.
Su habilidad para volar es tal que nunca hay colisiones entre ellos. Y es que el estornino que hoy ejerce de líder, mañana secunda el vuelo y la dirección que otro marca. Son rápidos y flexibles.
Porque saben leer el viento. No tienen una ruta aérea fija, se adaptan a las circunstancias, leen cielos plácidos o tormentosos y, en ellos, se protegen, se cuidan, se alimentan, se comunican… ¿Los cristianos sabemos leer las circunstancias y adaptar nuestra evangelización a lo que se necesita? ¿ O tenemos rutas fijas, tradiciones que no cambian y, a veces, nos convierten en seres lejanos?
Qué belleza la de estos estorninos que saben lo que es “vivir en comunidad”…
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