Ante todo, la etapa de escolasticado es un tiempo de maduración vocacional, y para ello es importante contar con una comunidad de hermanos que te acompañen compartiendo en familia este proceso.
Lo que más destaco, es precisamente la fraternidad y la empatía que logramos formar en la casa del escolasticado. Tener el apoyo, la voz de aliento, la motivación y la fortaleza a través de la oración, son algunas de las virtudes que acompañaron mi etapa de formación en Chía.
También es importante resaltar el amor por el trabajo, a ejemplo del carpintero, la responsabilidad y el sentido del deber que el equipo formador nos inculcaron, como una manera efectiva y concreta de responder a esa vocación a la cual fuimos llamados: la vida en Nazaret.
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