Thursday, February 24, 2011

Para que haya buenos sacerdotes es necesario formar buenos seminaristas

¿Cómo obtener resultados positivos en la formación espiritual de los seminaristas? ¿cómo hacer para que los candidatos al sacerdocio tengan mayor claridad vocacional? ¿son el subjetivismo y la secularización un reto para las nuevas generaciones de sacerdotes?

Estas y otras preguntas fueron discutidas en el curso de la semana de estudio La formación espiritual personal en los seminarios, que se realizó del 7 al 11 de febrero en el centro de formación sacerdotal de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma.

Rectores de seminarios, directores espirituales y otros formadores provenientes de diversas diócesis, contextos culturales y eclesiales intercambiaron ideas sobre cómo formar mejor a quienes serán los sacerdotes de las próximas generaciones.

Los nuevos desafios

Monseñor Francesco Cavina, de la secretaría de estado vaticana, se refirió a los nuevos desafíos de los seminarios: mientras que antes muchos sacerdotes crecían en familias numerosas, en un ambiente católico y descubrían su vocación a una temprana edad, ahora pertenecen a familias pequeñas, muchas veces de padres divorciados, donde no necesariamente han recibido una formación católica y donde su opción la han hecho en una edad ya madura.

Monseñor Cavina también presentó algunas estadísticas en las que se ve cómo muchos de los nuevos seminaristas provienen de grupos juveniles parroquiales o diocesanos, movimientos eclesiales, o de las jornadas mundiales de la juventud.

Acompañamiento espiritual

Por su parte Enrique da Lama, de la facultad de teología de la universidad de Navarra, se refirió al tema del acompañamiento espiritual, de la necesidad de la amistad, de la conciencia como ese sagrario interior de la mente y el espíritu.

También se refirió al tema de la soledad en la que vive el hombre actual y advirtió el peligro que trae el confundir la dirección espiritual con un ambulatorio psicológico. Aclaró que es indispensable ver al hombre en su unidad bio-psico-espiritual. La dirección espiritual debe centrarse en "el valor de la amistad, el respeto a la soberanía de la propia conciencia y la acción del Espíritu Santo", más que limitarse a un simple acompañamiento o a consejos esporádicos.

Los participantes tuvieron la oportunidad de dialogar sobre el tema la relación con los superiores o formadores a quienes decidieron llamar educadores, aclarando que quien forma es el Espíritu Santo. Dijeron que el principal enemigo de la vocación al sacerdocio, más que los puntos de desacuerdo con las autoridades es la doble vida o la hipocresía.

Para Paul O’ Callaghan, profesor de teología dogmática de la Universidad de la Santa Cruz, señaló que la vida espiritual del sacerdote se forja especialmente en el seminario.

El desafío de la inmadurez

En el curso también se trató el tema la fragilidad afectiva y psíquica con dos intervenciones de monseñor Jose María Yanguas, obispo de Cuenca (España) y el psiquiatra Franco Poterzio respectivamente. Ambos se refirieron al desafío de la inmadurez de los adolescentes y jóvenes (narcisistas, débiles, tristes e inestables) la cual se prolonga en adultos inconstantes y dependientes. Temas que frecuentemente deben afrontarse también en los seminarios.

La manera de romper este círculo es procurar en los candidatos al sacerdocio "la armonía interior y exterior del hombre que ha integrado razón, voluntad, sentimientos y apetitos" sin descuidar la corrección, cuando sea necesaria.

Durante el último día del curso, dedicado a la formación a la plena madurez espiritual los asistentes y expositores pudieron concluir que algunos medios para enfrentar este reto son la oración y la caridad pastoral, que ayudan a construir personalidades "estructuradas en torno al sentido oblativo de la vida, practicando constantemente las virtudes a través de criterios claros y con un corazón felizmente centrado en Cristo".

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