He tenido una conversación muy interesante con uno de mis hermanos sacerdotes sobre la pastoral vocacional. Estábamos hablando de lo que hacemos y no hacemos para dar a conocer a las nuevas generaciones nuestra espiritualidad y misión, cuando mi hermano me dijo:
- Pero Julio, no se trata de diseñar planes y preparar panfletos, sino en primer lugar de ser lo que decimos que somos: una familia, una comunidad de hermanos al servicio de otras familias, solidaria y compasiva, siempre creciendo si no en número, al menos, en espíritu y capacidad de entrega...
Por unos instantes me quede mudo.
- Julio, ¿qué ven los jóvenes que visitan tu comunidad, la casa en donde vives, tu oficina, el lugar donde trabajas? ¿Se sienten acogidos? Os ven a ti y a los otros sacerdotes unidos y contentos? Hay lugar para ellos donde tú estas? O, más bien, ¿os molestan?
Mi hermano está en lo cierto. Seguramente, antes de ponernos a preparar actividades de pastoral vocacional deberíamos ser plenamente conscientes de que somos nosotros y nuestra familia religiosa la mejor ventana que los jóvenes tienen para asomarse a la vida consagrada.
- Pero Julio, no se trata de diseñar planes y preparar panfletos, sino en primer lugar de ser lo que decimos que somos: una familia, una comunidad de hermanos al servicio de otras familias, solidaria y compasiva, siempre creciendo si no en número, al menos, en espíritu y capacidad de entrega...
Por unos instantes me quede mudo.
- Julio, ¿qué ven los jóvenes que visitan tu comunidad, la casa en donde vives, tu oficina, el lugar donde trabajas? ¿Se sienten acogidos? Os ven a ti y a los otros sacerdotes unidos y contentos? Hay lugar para ellos donde tú estas? O, más bien, ¿os molestan?
Mi hermano está en lo cierto. Seguramente, antes de ponernos a preparar actividades de pastoral vocacional deberíamos ser plenamente conscientes de que somos nosotros y nuestra familia religiosa la mejor ventana que los jóvenes tienen para asomarse a la vida consagrada.
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