El arzobispo español José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación vaticana para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, coordina el Año de la Vida Consagrada, en el que el Papa -afirma- pide a los religiosos «que seamos testigos de la alegría, que despertemos al mundo con la fuerza de la profecía, que salgamos a las periferias existenciales del hombre y de la mujer de hoy -allí donde sea necesaria la luz del Evangelio-, y que constantemente nos preguntemos qué es lo que el hombre y la mujer de hoy nos están pidiendo»
¿Por qué cree usted que el Papa ha dedicado el año 2015 a la Vida Consagrada?
El motivo que ha llevado al Santo Padre a dedicar el año 2015 a la Vida Consagrada es por la gran importancia que ésta tiene en la Iglesia y en el mundo. Por otra parte, era algo que pedían muchos consagrados y también la Congregación vaticana que se ocupa de la animación de esta forma de seguimiento de Cristo. El Papa Francisco, consagrado también él, como afirma en la Carta apostólica Testigos de la alegría, atento a las exigencias del momento y hombre de escucha, fue muy sensible a esta petición.
La celebración tiene lugar en el 50 aniversario de la publicación del Decreto Perfectae caritatis, del Concilio Vaticano II, sobre la adecuada renovación de la vida religiosa. Han sido años de grandes cambios en el mundo, el Concilio ¿logró sus objetivos en la renovación de la vida religiosa?
Ante todo, el Concilio, como ha dicho el Papa Juan Pablo II, ha sido una gran gracia para la Iglesia del siglo XX, por otra parte, sigue siendo brújula para la Iglesia del siglo XXI. Los consagrados vemos este tiempo del Concilio y del postconcilio como un tiempo del Espíritu, un tiempo de gracia, como afirma el Papa Francisco, por ello queremos mirar a estos años con inmensa gratitud. Por otra parte, hemos de reconocer que todavía no se ha realizado todo lo que pedía el Concilio, ni en la vida consagrada ni en la vida misma de la Iglesia, por eso queremos hacer memoria del Concilio -ése es el primer objetivo del Año de la Vida Consagrada-, lo que nos obliga a seguir actuándolo, a la luz del magisterio posterior de Pablo VI, de Juan Pablo II, particularmente a la luz de la Exhortación apostólica Vita consecrata, de Benedicto XVI y del Papa Francisco. Por todo ello, pensamos que la renovación querida y pedida por el Vaticano II debe continuar en fidelidad creativa a Cristo, al propio carisma y a los hombres y mujeres del mundo de hoy, teniendo en cuenta las exigencias de la propia vocación y misión.
Al analizar la situación de la vida religiosa actual, un asunto importante es la crisis de vocaciones. Dos cuestiones: ¿la falta de vocaciones pone en peligro la vida consagrada? Y, ¿no cree que hablamos con frecuencia de las consecuencias, pero no suficientemente de las causas de esta falta de vocaciones?
Ciertamente, la crisis de vocaciones es evidente, sobre todo en Europa. También en América del Norte, y ahora comienza a sentirse en América Latina. De todos modos, el problema más grave que veo yo es la falta de perseverancia. Todavía son muchos los que llaman a nuestras puertas, pero la perseverancia, sobre todo en algunas culturas, es bastante baja. El fenómeno de la disminución de vocaciones es muy complejo y las causas son muchas. No la última: la crisis que está atravesando la familia y la crisis de valores evangélicos que estamos viviendo. Yo creo que éste es un fenómeno que hay que analizar en profundidad. Por otra parte, teniendo en cuenta los candidatos que nos llegan, propios de la sociedad que todos hemos creado, hace falta un gran discernimiento y un acompañamiento muy personalizado. En este contexto, pienso que la formación ha de ser evangélicamente mucho más exigente (no rígida, sino evangélicamente exigente) y el discernimiento mucho más atento. No podemos caer en la tentación del número y de la eficiencia. Lo que cuenta no es tanto el número, sino la calidad evangélica de vida a la que todos los consagrados están llamados.
El Papa Francisco es jesuita, religioso. ¿Cuál cree usted que es su sueño para este año dedicado a la vida consagrada? ¿Cómo imagina Francisco la contribución de los religiosos a la Iglesia?
El sueño del Papa Francisco para este Año de la Vida Consagrada lo ha expresado muy bien en la Carta apostólica Testigos de la alegría, que dirigió a todos los consagrados con fecha del 21 de noviembre. ¿Qué pide a los consagrados para este año? Que seamos testigos de la alegría, que despertemos al mundo con la fuerza de la profecía, que seamos hombres y mujeres «expertos en comunión», que salgamos a las periferias existenciales del hombre y de la mujer de hoy, allí donde sea necesaria la luz del Evangelio, y que constantemente nos preguntemos qué es lo que el hombre y la mujer de hoy nos están pidiendo. He ahí algunos de los sueños del Papa Francisco para este Año, sueños que son desafíos para todos los consagrados, llamados a dejarse interrogar por este Papa que nos conoce, nos ama y quiere una vida consagrada que despierte al mundo. Respondiendo a estos sueños del Papa Francisco, el Año de la Vida Consagrada será, como él mismo afirma en Testigos de la alegría, «un verdadero kairós y un tiempo de Dios rico de gracias y de transformaciones». El Papa Francisco espera mucho de los consagrados. Para él, algo que no puede faltar en la vida de un consagrado es la profecía y la alegría. Nos lo recuerda constantemente. Sólo desde ahí podremos gritar al mundo la belleza del seguimiento de Cristo en la vida consagrada.
¿Qué les dice usted a las congregaciones religiosas que hoy día están preocupadas por su misma supervivencia, a causa de la falta de vocaciones?
La preocupación por la supervivencia no es buena. Es lógico que hay que preocuparse por las vocaciones. Es nuestro presente y nuestro futuro. Hay, pues, que orar por las vocaciones, testimoniar la belleza de seguir a Cristo en la vida consagrada -Venid y veréis es la única propaganda vocacional evangélica-; hay que intensificar la pastoral juvenil, pero todo ello no debe llevarnos a olvidar que lo importante es que, muchos o pocos, seamos significativos evangélicamente hablando, que la vida consagrada siga despertando al mundo, como lo despertaron nuestros fundadores y fundadoras. Por otra parte, nuestra vocación es ser levadura, fermento. La calidad evangélica de vida no está asegurada por los números. Es cuestión de tener, de asimilar los sentimientos de Cristo (véase Filipenses 2, 5), de tener un corazón nuevo, de colocar a Cristo en el centro de la vida y de intentar vivir el Evangelio en toda su radicalidad. Todo se juega en la pasión por Cristo y la pasión por la Humanidad, sobre todo la Humanidad herida. El resto lo dejamos en las manos del Señor.
¿Por qué decidió usted consagrar su vida a Dios? ¿Qué le diría usted a un joven que está pensando en hacerlo?
Me consagré al Señor en la vida religiosa desde muy joven, convencido de que era la vocación a la que el Señor me llamaba. Si volviera a nacer, haría lo mismo y a la misma edad, aunque hoy parezca difícil poder consagrarse tan joven como era yo entonces. Considero la vocación religiosa, y en mi caso franciscana, a la que he sido llamado sin mérito alguno por mi parte, un gran don, un gran regalo. Con el salmista digo: «¡Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad!» Por ello, bendigo al Señor constantemente. Naturalmente, he encontrado en mi camino muchos que me han ayudado a decir Sí al Señor, comenzando por mis padres, mi formadores, muchos de mis compañeros y amigos. A todos ellos les debo mucha gratitud.
¿Qué decir a quién esté pensando en una posible consagración en la vida consagrada?
A un joven que esté pensando dar una respuesta positiva a la llamada del Señor en la vida consagrada, le digo: «No tengas miedo. El Señor está contigo». ¿Te sientes débil? Como Pablo, podrás también tú hacer experiencia de que, cuando te sientes débil, entonces eres fuerte (véase 2 Corintios 12, 10). El Señor te dice, como a Jeremías: «No tengas miedo… Yo estoy contigo» (1, 8). Si el Señor te llama, te dará la gracia para poder responder con generosidad. Sé generoso y el Señor lo será muchísimo más contigo. No tengas miedo. El Señor no defrauda. ¡Adelante!, el Señor camina a tu lado.
Jesús Colina. Roma
¿Por qué cree usted que el Papa ha dedicado el año 2015 a la Vida Consagrada?
El motivo que ha llevado al Santo Padre a dedicar el año 2015 a la Vida Consagrada es por la gran importancia que ésta tiene en la Iglesia y en el mundo. Por otra parte, era algo que pedían muchos consagrados y también la Congregación vaticana que se ocupa de la animación de esta forma de seguimiento de Cristo. El Papa Francisco, consagrado también él, como afirma en la Carta apostólica Testigos de la alegría, atento a las exigencias del momento y hombre de escucha, fue muy sensible a esta petición.
La celebración tiene lugar en el 50 aniversario de la publicación del Decreto Perfectae caritatis, del Concilio Vaticano II, sobre la adecuada renovación de la vida religiosa. Han sido años de grandes cambios en el mundo, el Concilio ¿logró sus objetivos en la renovación de la vida religiosa?
Ante todo, el Concilio, como ha dicho el Papa Juan Pablo II, ha sido una gran gracia para la Iglesia del siglo XX, por otra parte, sigue siendo brújula para la Iglesia del siglo XXI. Los consagrados vemos este tiempo del Concilio y del postconcilio como un tiempo del Espíritu, un tiempo de gracia, como afirma el Papa Francisco, por ello queremos mirar a estos años con inmensa gratitud. Por otra parte, hemos de reconocer que todavía no se ha realizado todo lo que pedía el Concilio, ni en la vida consagrada ni en la vida misma de la Iglesia, por eso queremos hacer memoria del Concilio -ése es el primer objetivo del Año de la Vida Consagrada-, lo que nos obliga a seguir actuándolo, a la luz del magisterio posterior de Pablo VI, de Juan Pablo II, particularmente a la luz de la Exhortación apostólica Vita consecrata, de Benedicto XVI y del Papa Francisco. Por todo ello, pensamos que la renovación querida y pedida por el Vaticano II debe continuar en fidelidad creativa a Cristo, al propio carisma y a los hombres y mujeres del mundo de hoy, teniendo en cuenta las exigencias de la propia vocación y misión.
Al analizar la situación de la vida religiosa actual, un asunto importante es la crisis de vocaciones. Dos cuestiones: ¿la falta de vocaciones pone en peligro la vida consagrada? Y, ¿no cree que hablamos con frecuencia de las consecuencias, pero no suficientemente de las causas de esta falta de vocaciones?
Ciertamente, la crisis de vocaciones es evidente, sobre todo en Europa. También en América del Norte, y ahora comienza a sentirse en América Latina. De todos modos, el problema más grave que veo yo es la falta de perseverancia. Todavía son muchos los que llaman a nuestras puertas, pero la perseverancia, sobre todo en algunas culturas, es bastante baja. El fenómeno de la disminución de vocaciones es muy complejo y las causas son muchas. No la última: la crisis que está atravesando la familia y la crisis de valores evangélicos que estamos viviendo. Yo creo que éste es un fenómeno que hay que analizar en profundidad. Por otra parte, teniendo en cuenta los candidatos que nos llegan, propios de la sociedad que todos hemos creado, hace falta un gran discernimiento y un acompañamiento muy personalizado. En este contexto, pienso que la formación ha de ser evangélicamente mucho más exigente (no rígida, sino evangélicamente exigente) y el discernimiento mucho más atento. No podemos caer en la tentación del número y de la eficiencia. Lo que cuenta no es tanto el número, sino la calidad evangélica de vida a la que todos los consagrados están llamados.
El Papa Francisco es jesuita, religioso. ¿Cuál cree usted que es su sueño para este año dedicado a la vida consagrada? ¿Cómo imagina Francisco la contribución de los religiosos a la Iglesia?
El sueño del Papa Francisco para este Año de la Vida Consagrada lo ha expresado muy bien en la Carta apostólica Testigos de la alegría, que dirigió a todos los consagrados con fecha del 21 de noviembre. ¿Qué pide a los consagrados para este año? Que seamos testigos de la alegría, que despertemos al mundo con la fuerza de la profecía, que seamos hombres y mujeres «expertos en comunión», que salgamos a las periferias existenciales del hombre y de la mujer de hoy, allí donde sea necesaria la luz del Evangelio, y que constantemente nos preguntemos qué es lo que el hombre y la mujer de hoy nos están pidiendo. He ahí algunos de los sueños del Papa Francisco para este Año, sueños que son desafíos para todos los consagrados, llamados a dejarse interrogar por este Papa que nos conoce, nos ama y quiere una vida consagrada que despierte al mundo. Respondiendo a estos sueños del Papa Francisco, el Año de la Vida Consagrada será, como él mismo afirma en Testigos de la alegría, «un verdadero kairós y un tiempo de Dios rico de gracias y de transformaciones». El Papa Francisco espera mucho de los consagrados. Para él, algo que no puede faltar en la vida de un consagrado es la profecía y la alegría. Nos lo recuerda constantemente. Sólo desde ahí podremos gritar al mundo la belleza del seguimiento de Cristo en la vida consagrada.
¿Qué les dice usted a las congregaciones religiosas que hoy día están preocupadas por su misma supervivencia, a causa de la falta de vocaciones?
La preocupación por la supervivencia no es buena. Es lógico que hay que preocuparse por las vocaciones. Es nuestro presente y nuestro futuro. Hay, pues, que orar por las vocaciones, testimoniar la belleza de seguir a Cristo en la vida consagrada -Venid y veréis es la única propaganda vocacional evangélica-; hay que intensificar la pastoral juvenil, pero todo ello no debe llevarnos a olvidar que lo importante es que, muchos o pocos, seamos significativos evangélicamente hablando, que la vida consagrada siga despertando al mundo, como lo despertaron nuestros fundadores y fundadoras. Por otra parte, nuestra vocación es ser levadura, fermento. La calidad evangélica de vida no está asegurada por los números. Es cuestión de tener, de asimilar los sentimientos de Cristo (véase Filipenses 2, 5), de tener un corazón nuevo, de colocar a Cristo en el centro de la vida y de intentar vivir el Evangelio en toda su radicalidad. Todo se juega en la pasión por Cristo y la pasión por la Humanidad, sobre todo la Humanidad herida. El resto lo dejamos en las manos del Señor.
¿Por qué decidió usted consagrar su vida a Dios? ¿Qué le diría usted a un joven que está pensando en hacerlo?
Me consagré al Señor en la vida religiosa desde muy joven, convencido de que era la vocación a la que el Señor me llamaba. Si volviera a nacer, haría lo mismo y a la misma edad, aunque hoy parezca difícil poder consagrarse tan joven como era yo entonces. Considero la vocación religiosa, y en mi caso franciscana, a la que he sido llamado sin mérito alguno por mi parte, un gran don, un gran regalo. Con el salmista digo: «¡Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad!» Por ello, bendigo al Señor constantemente. Naturalmente, he encontrado en mi camino muchos que me han ayudado a decir Sí al Señor, comenzando por mis padres, mi formadores, muchos de mis compañeros y amigos. A todos ellos les debo mucha gratitud.
¿Qué decir a quién esté pensando en una posible consagración en la vida consagrada?
A un joven que esté pensando dar una respuesta positiva a la llamada del Señor en la vida consagrada, le digo: «No tengas miedo. El Señor está contigo». ¿Te sientes débil? Como Pablo, podrás también tú hacer experiencia de que, cuando te sientes débil, entonces eres fuerte (véase 2 Corintios 12, 10). El Señor te dice, como a Jeremías: «No tengas miedo… Yo estoy contigo» (1, 8). Si el Señor te llama, te dará la gracia para poder responder con generosidad. Sé generoso y el Señor lo será muchísimo más contigo. No tengas miedo. El Señor no defrauda. ¡Adelante!, el Señor camina a tu lado.
Jesús Colina. Roma
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