La monja Pauline Quinn ha estado en Argentina realizando una visita de 40 días a la Unidad penitenciaria 31 de Ezeiza. En esta prisión, junto a un grupo de adiestradores, enseña a las internas a entrenar perros que luego serán entregados en comodato a personas con discapacidades motrices.
La historia de la hermana Quinn comenzó en 1981 cuando inició este programa que comenzó a implementarse en Argentina hace ya dos años. La experiencia Dog Prision Program se reproduce hoy en más de 300 cárceles en EEUU. Sólo en el estado de Ohio hay 33 funcionando.
Infancia traumática
Cathy (así se llamaba Pauline) nació en Santa Mónica, California, en el seno de una familia disfuncional. Su padre abandonó el hogar cuando ella era un bebé y su madre, que sufría problemas con la bebida, volvió a casarse.
Su padrastro la sometió a maltrato físico y verbal. A los 12 se escapó de casa por primera vez. "Sabían mantener las apariencias muy bien. Nadie se daba cuenta de lo que pasaba en casa. Para la gente, la conflictiva era yo", dice la hermana Pauline.
Violada por un policía,
dio a su hija en adopción
"Pasaba de un instituto a otro. Fui torturada, traumatizada y abusada", explica. A los 16 volvió a vivir en la calle y entonces sufrió su experiencia más terrible: el policía a cargo de la cuadra donde ella vivía la violó. Ella se quedó embarazada, tuvo una niña, e incapaz de hacerse cargo, la dio en adopción.
Recuerda la hermana Pauline: "En ese momento, mi autoestima desapareció por completo. Me volví sumamente vulnerable. Casi no hablaba con nadie. De hecho, la gente me evitaba. Me aferré a un solo deseo: quería tener un perro".
Le regalan a Joni, un ovejero alemán
Un vecino de la cuadra se compadeció de ella y le regaló a Joni, una cachorra de ovejero alemán. Joni se volvió una amiga leal que le respondía incondicionalmente. Fue el principio del milagro: las personas que antes la evitaban comenzaron a hablarle, le preguntaban por Joni, le ofrecían alimento para la perra y ropa para ella.
Cathy pudo empezar a reconstruir su autoestima y fue perdiendo el temor permanente que sentía. Hoy dice que nunca llegó a perder la fe en Dios y que cuando pasaba sus peores momentos se juraba ayudar a otros si lograba salir adelante. Venía de una familia de mormones, pero encontró el auxilio que necesitaba en las monjas dominicas. A los 35 años ingresó en la orden y se convirtió en "sister Pauline".
Desarrolla el Dog Prison Program
Fue entonces cuando comenzó a desarrollar su Dog Prision Program. En la actualidad se ha implementado con éxito en la casi totalidad de las cárceles norteamericanas y las de otros 30 países. Al principio la religiosa no pensó en trabajar en las cárceles, pero luego cambió de idea. "Me di cuenta de que sería bueno para los internos hacer este trabajo como terapia ocupacional".
La monja llegó por primera vez a Argentina en el año 2009 para presentar su programa, gracias a un contacto que hizo con el doctor Juan Enrique Romero, y volvió en 2011 para implementarlo.
En su visita del 2013, Quinn se quedó nada menos que 40 días en la Unidad 31 de mujeres de Ezeiza donde enseñó a las internas cómo entrenar a perros Golden Retriever.
Muchos internos abren escuelas
"El doble objetivo de este programa es el de aprender a trabajar en equipo, a resolver problemas y a trabajar por el otro", comenta Quinn, quien afirma que no todos pero sí muchos de los internos que salen de prisión tras participar de esta experiencia, abren escuelas de adiestramiento canino.
La historia de la hermana Pauline es tan impresionante y conmovedora que ha sido llevada al cine por Hollywood: la película se llama originalmente Within these walls, y en su versión española Alas de libertad. Está protagonizada por Ellen Burstyn y Laura Dern.
Fuente: religionenlibertad.com
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