Friday, March 23, 2012

Mons. Francisco González, S.F., galardonado con el premio James Cardinal Hickey (Washington, D.C.): "DE HOMBRE A HOMBRE VA CERO"














Como su vocación sacerdotal, que nació del ejemplo y de la admiración que sentía por el cura de su pueblo, el obispo auxiliar Francisco González, SF, es un paradigma de servicio y entrega en el ministerio de fe para nuestra comunidad. Por esa sencilla pero enteriza andadura fue, recientemente, galardonado con el premio James Cardinal Hickey durante la Gala Benéfica 2012 del Centro Católico Hispano, realizada en la sede de la OEA.

En la gala, que superó con creces la meta del millón de dólares de donaciones en beneficio de los inmigrantes y refugiados de bajos recursos, se distinguió también al matrimonio Michael y Chafica Kappaz (premio Juan Pablo II) por su trabajo en pro de la institución y a la empresa constructora del Grupo Clark (premio The Robert y Lucia Lado) por su compromiso social.

El cardenal Donald Wuerl destacó, asimismo, la generosidad de los donantes y la labor del Centro Católico por mantener la esperanza en las personas necesitadas de caridad y justicia.

A continuación un breve diálogo sostenido con el obispo González sobre los retos que enfrenta nuestra comunidad.

¿Por qué apoyar e insistir en el Dream Act?
Cuando hablamos del Dream Act hablamos de jóvenes que fueron traídos a Estados Unidos por sus padres cuando eran niños, jóvenes que han demostrado su capacidad de trabajar y estudiar, amén de su probada capacidad intelectual -ahora que han terminado la escuela secundaria- de querer participar y continuar con su educación superior. Ellos, como todos los residentes del estado de Maryland, quieren disfrutar de lo mismo que otros residentes, como lo dice la ley.

Algunos de los que se oponen no están bien informados de las exigencias que deben cumplir esos jóvenes para ser partícipes de este beneficio. Los padres de esos jóvenes, por ejemplo, han estado pagando impuestos y van a continuar haciéndolo para más adelante solicitar su ciudadanía.

Al Dream Act lo veo como un acto de justicia social para los que han hecho el bien de acuerdo a sus posibilidades y como una inversión porque al mejorar esos jóvenes sus posibilidades intelectuales y tener una profesión ellos contribuirán más al bien de la sociedad desde el punto de vista económico como de servicio.

Somos una comunidad joven que continúa creciendo. ¿Cómo abordamos esa realidad, en términos de mayores servicios, en el seno de nuestras parroquias?

Una realidad que la vemos por doquier es que el número de hispanos sigue creciendo a marcha forzada, por así decirlo. Es hoy la minoría más grande del país como consecuencia de la inmigración y al hecho de que nuestras familias son más numerosas y que se refleja en los números. La iglesia tiene que estar conciente de esta situación.

Actitudes como el rechazo que se encuentran a veces en la sociedad, y no solo en la iglesia, ya no se da en nuestra iglesia y eso es una bendición, pero queda mucho por hacer para dar la bienvenida al inmigrante para que se sienta como en su casa, porque muchos se sienten tolerados y no aceptados.

En la Arquidiócesis de Washington tenemos más de 35 parroquias con ministerio hispano, con diferentes servicios, donde se da la bienvenida a nuestra comunidad. A las misas en español asisten decenas de miles personas los fines de semana, allí no están incluidos los hispanos que acuden a las misas en inglés porque sus hijos que asisten a escuelas católicas quieren estar en la misa con sus compañeros de clase con quienes se entienden más en inglés que en español.

Se les da servicio a los miembros de nuestra comunidad, pero siempre se puede hacer algo más: ese es el caso del Instituto de Liderazgo Laical donde se preparan a otros grupos no para crear ‘parroquias paralelas’ o ‘iglesias paralelas’, sino para que todos sirvan a todos. Cierto es que si no se habla el mismo idioma, todo inmigrante tiene el derecho de que se le sirva en su lengua materna que es, también, la doctrina de la iglesia.

¿Qué reto nos plantea la migración como fenómeno global?

La migración nos plantea el reto de servirles (a los inmigrantes) de la mejor manera posible. En ese sentido, el hispano es importante porque la migración va a continuar por bastante tiempo, en tanto y en cuanto persista la pobreza en sus países de origen. Mientras haya pobreza toda persona tiene el derecho, diría la obligación, de buscar un lugar donde pueda tener una vida digna, condiciones decentes y humanas para sus familias.

Ellos no vienen pidiendo caridad, que no hace daño, sino con el deseo de ser ciudadano de primera clase entre los cristianos donde no debe haber diferencias porque: "De hombre a hombre va cero" (todos son iguales).

Ellos vienen a mejorar su situación y no solo por razones económicas. Actualmente, según estadísticas, hay unos 46 millones de pobres en Estados Unidos, mas la pobreza aquí es distinta a la que existe en otras partes del mundo en desarrollo. Ellos llegan aquí con la plena ilusión de mejorar porque nadie quiere dejar su pueblo, su cultura, su música, su familia y su estilo de vida; sin embargo, a veces, no queda otro remedio y, en algunos casos, la migración es una opción de vida o muerte, por eso arriesgan muchas cosas y vienen sin los "papeles" pero con muchas ganas de trabajar y construir algo mejor.

A propósito de vocaciones sacerdotales, en su caso, ¿cuál fue la mayor motivación para abrazar el sacerdocio?

Vengo de una familia católica practicante donde mis padres no exageraban y no se pasaban las 24 horas en la iglesia, de un hogar donde se fomenta la práctica de la fe y se asistía a las misas dominicales. Fui monaguillo y una de mis ilusiones era ser como el cura de mi pueblo: un santo varón. Entonces no entendía lo que era ser cura.

En mi familia somos tres hermanos: dos religiosos y una religiosa. Fui al seminario cuando tenía once años y quería ser como mi párroco, por eso ingrese al seminario donde esa idea, que me gustaba, se fortaleció. Me ordené sacerdote a los 25 años sin sobresaltos, ni grandes revelaciones con el apoyo de mis difuntos padres, quienes tuvieron siempre abiertas las puertas del apoyo.

¿Por qué en una nación hecha por inmigrantes se olvida sus orígenes y las razones -que son las mismas de hoy- por las que llegaron los primeros migrantes y los que les precedieron?

Los habitantes de la nación en aquellos tiempos no eran el número que somos ahora. El número de hoy asusta a mucha gente. El inmigrante decimonónico no solo venía por mejoras económicas o libertades, sino a poblar y eso se acabó allí. Mas, para los migrantes de hoy eso continúa debido a que la brecha entre pobres y ricos sigue aumentando, mientras todos quieren participar de los beneficios de la riqueza en un país que ha tenido las puertas abiertas a todo inmigrante.

Hoy hay un acendrado individualismo que marca diferencias claras entre el ‘nosotros y vosotros’. Esa hermandad y aldea global, en términos de solidaridad, no se está dando como se hablaba antes. Más bien, ese individualismo, ese secularismo, crea distancias entre los seres humanos.